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Por GABRIEL FERNÁNDEZ *
Finalmente, y tras unos pocos meses que en la subjetividad popular encarnan un período harto superior, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner retornó a la escena pública. Hace pocas semanas, se debatía en su derredor acerca de la conveniencia de aparecer mediante una conferencia de prensa, un acto o un diálogo más reducido con sectores militantes. El juez Claudio Bonadío, integrante de un Poder Judicial alineado estrictamente con el esquema económico político, lo resolvió: ante su convocatoria, miles y miles de personas saludaron el retorno.
La masiva presencia en Aeroparque y la enfática adhesión suscitada en el barrio de Recoleta, dieron cuenta del carácter de genuino líder colectivo de quien resultara electa en su segundo mandato por el 54 por ciento de los votos. Resulta risible el argumento desplegado en las redes por técnicos alquilados al macrismo para “denunciar” que los movilizados recibían 500 pesos para llegar hasta ambos lugares. Lejos de eso, la autenticidad de las movilizaciones dieron por tierra las campañas cada vez menos creíbles de las zonas comunicacionales del poder que se asientan en la región menos valiosa (cerebralmente) de la sociedad argentina.
Las causas en las que se intenta involucrar a la ex presidenta no tienen sentido jurídico. La sobreactuación militante del juez Bonadío se combina con el espíritu antidemocrático de las autoridades de un poder que se ha configurado como el rincón más oscuro de la democracia. El resto, vinculado a una acción económica habitual del Banco Central, evita en su propia formulación la necesidad de una refutación. De allí que según las informaciones que nos han hecho llegar fuentes confiables, la Corte macrista está sugiriendo por lo bajo que se dejen de lado estas etéreas acusaciones.
Es interesante remarcar, además, que la maniobra periodístico judicial en torno de la “Corrupción K” está orientada a menoscabar informativamente dos aspectos esenciales del presente. Por un lado, el demostrable involucramiento del presidente Mauricio Macri en la formación y conducción de empresas off shore destinadas a la evasión y el lavado de dinero. Pero por otro, fundamentalmente, la oleada de despidos en las zonas estatal y privada de la economía, el alza vertiginosa de tarifas y el desarme de herramientas centrales de la administración pública para la contención social y el desarrollo tecnológico.
La multitud presente no sólo refrendó su apoyo a Cristina Kirchner. Así como había ocurrido en la gran Marcha del 24 de Marzo, la figura de Macri y los cuestionamientos a su gobierno emergieron con autenticidad por parte de los manifestantes. Las coberturas mediáticas intentaron –y procurarán en las portadas de mañana- devaluar esta intensidad: ¿Qué pretenden decir cuando señalan que sólo hubo “militantes”? Ya lo sabemos: para la historia nacional popular el concepto es elogioso y heroico, pero para la gran masa de imbéciles que jamás se movilizaron por nada ni por nadie, implica sinónimo de un manifestante comprado.
Estas demostraciones callejeras perfilan lo que ocurrirá el miércoles durante la indagatoria de Bonadío. Si esta noche se corroboró la capacidad movilizadora del movimiento nacional, en pocas horas habrá una masa desbordante que intentará ser controlada por la agente de la CIA Patricia Bullrich, cuyo salario es abonado por el Estado Nacional. La posibilidad de llenar las calles por estos días más la resistencia sindical a los despidos, sumado a las convocatorias venideras, destinadas a frenar el plan de ajuste liberal conservador, pueden derivar en un dolor de cabeza mayúsculo para el gobierno macrista. Y el inicio de un declive que quizás, resulte indetenible.
* Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica.
